sobre ciertas pautas del engorde del Aleph



Uno de los aspectos más interesantes de El aleph engordado, de Pablo Katchadjian (se puede descargar en la página de la colección Rino Nueve de ediciones del CEC), es el enogrde aplicado a tres estrofas del poema cosmológico y ridículo (por llamarlo de alguna manera) del personaje Carlos Argentino Daneri. En ambos cuentos la primera ("a todas luces interesante") en ser citada es, según la dispone Borges:

He visto, como el griego, las urbes de los hombres,
los trabajos, los días de varia luz, el hambre;
no corrijo los hechos, no falseo los nombres,
pero el voyage que narro, es... autour de ma chambre.
Katchadjian, en cambio, escribe, con el engorde en negrita:

He visto, como el griego, las urbes de los hombres divertidos,
los trabajos, los días de varia luz, el hambre y el lamido;
no corrijo los hechos, no falseo los nombres, escribo,
pero el voyage que narro, es... autour de ma chambre, amigo.
A los alejandrinos de la estrofa de Borges/Daneri, Katchadjian agrega cuatro sílabas (en los dos primeros versos) y tres (en los dos últimos). Y esas palabras añadidas después proliferan en más "engorde" cuando, en la ficción, Daneri regresa al poema y lo comenta. De todos los procedimientos de engorde que podrán ser diferenciados y descritos (cosa que no me propongo hacer acá), este, de alguna manera, es el más "necesario", en el sentido de que se nos ofrece una razón, por así decirlo, específica a la hora de engordar el texto. Porque está claro que si el poema de Daneri es engordado, también deberá serlo su comentario, necesariamente. Escribe Borges:
-Estrofa a todas luces interesante -dictaminó-. El primer verso granjea el aplauso del catedrático, del académico, del helenista, cuando no de los eruditos a la violeta, sector considerable de la opinión...
La versión de Katchadjian:
-Estrofa a todas luces interesante -dictaminó el pedante-. El primer verso granjea el aplauso del catedrático, del académico, del helenista, del tratadista, cuando no de los eruditos a la violeta, sector considerable de la opinión pública que por esta vez recibe mis caricias con la adjetivación del final...
El adjetivo "pedante", por supuesto, resuena con uno de los "cambios de tono" más notorios a lo largo del cuento engordado (de hecho en una secuencia se asocia el "engorde" a cierta emotividad de Carlos Argentino: "cuando se enoja se pone colorado y sus rasgos, podría decirse, engordan; curiosamente, esos rasgos engordados resultan mucho más atractivos que los finos y filosos originales"); la añadidura del "tratadista" parece operar como manera de obtener más resonancia del término inicial "catedrático" (del que Borges extrae "académico" y "helenista"); y, por último, el gran añadido posterior a "sector considerable de la opinión" se refiere directamente al engorde al final del primer verso. "La adjetivación del final" ("divertido") es propuesta como la razón por la que Daneri recibirá el aplauso de "los eruditos de la violeta"; en el cuento de Borges, esa razón se difundía por todo el primer verso: aquí el engorde, de alguna manera, redunda en un comentario más específico, más detallado.
En cuanto al verso siguiente:


...el segundo pasa de Homero a Hesíodo (todo un implícito homenaje, en el frontis del flamante edificio, al padre de la poesía didáctica), no sin remozar un procedimiento cuyo abolengo está en la Escritura, la enumeración, congerie o conglobación... (Borges)
el segundo pasa de Homero a Hesíodo (todo un implícito homenaje, en el frontis del
flamante edificio, al padre de la poesía didáctica), no sin remozar un procedimiento cuyo abolengo está en la Escritura, la enumeración, congerie, lista o conglobación... (Katchadjian)
No hay una referencia específica a la añadidura de "y el lamido", que aporta un elemento más a esa "lista"; en todo caso, al aportar un nuevo sinónimo a la cadena Katchadjian trabaja en dirección de visibilizar aún más la referencia (via Daneri) a un procedimiento (la enumeración) muy querido por Borges y muy visible en su obra, lo que podría pensarse como un aporte al tono de alguna manera más irónico del cuento engordado en relación a su versión esbelta.
El comentario al tercer verso aparece más gordito después del tratamiento:

...el tercero -¿barroquismo, decadentismo; culto depurado y fanático de la forma?- consta de dos hemistiquios gemelos... (antes)

el tercero -¿barroquismo, decadentismo, vanguardismo; culto depurado y fanático de la forma o del contenido?- consta de dos hemistiquios más o menos gemelos alterados por la autorreferencia final, pura metaliteratura (después)
Aquí el comentario está notoriamente conectado al engorde del verso; los hemistiquios ahora son "más o menos gemelos", en tanto las tres sílabas de "escribo" rompen la simetría: y lo hacen para aportar esa "autorreferencia final, pura metaliteratura", que enlaza con el añadido de "vanguardismo" (que, además, puede leerse como un guiño anacrónico, en tanto la distancia entre Daneri y el "decadentismo" puede entenderse como análoga a la de Katchadjian y las "vanguardias") y, quizá más claramente, con "o del contenido".
Y por último:

El cuarto, francamente bilingüe, me asegura el apoyo incondicional de todo espíritu sensible a los desenfadados envites de la facecia. Nada diré de la rima rara ni de la ilustración que me permite ¡sin pendantismo!, acumular en cuatro versos tres alusiones eruditas que abarcan treinta siglos de apretada literatura: la primera a la Odisea, la segunda a los Trabajos y días, la tercera a la bagatela inmortal que nos depararan los ocios de la pluma del saboyano... Comprendo una vez más que el arte moderno exige el bálsamo de la risa, el scherzo. ¡Decididamente, tiene la palabra Goldoni!

el cuarto, francamente bilingüe, mediante la frase engarzada me asegura el apoyo incondicional de todo espíritu amigo sensible a los desenfadados y bajos envites de la facecia, ¿se entiende?, del chiste. Nada diré de la rima rara y delicada ni de la ilustración que me permite, ¡sin pedantismo ni grosería!, acumular en cuatro versos tres… no, cuatro alusiones eruditas que abarcan treinta siglos de apretada literatura: la primera a la Odisea, la segunda a los Trabajos y días, la tercera a la bagatela inmortal que nos depararan los ocios de la pluma del saboyano y la cuarta a un gran poeta del país amazónico... Comprendo una vez más que el arte moderno exige el bálsamo de la risa, el scherzo liberador, por más que no nos guste. ¡Mirandolina! ¡Forlipopoli! ¡Decididamente, tiene la palabra Goldoni!
Las explicaciones de Daneri se vuelven aquí todavía más formateadas por el engorde. "Mediante la frase engarzada" ("es autour de ma chambre" en Borges y "es autour de ma chambre, amigo" en Katchadjian), puede remitir tanto a la referencia al libro de Xavier de Maistre (el "saboyano") como al "amigo" añadido, que, además, se repite en el comentario: "espíritu amigo sensible a los...". Pero el cambio más significativo impuesto por Katchadjian quizá esté en ese "bajos" que se yuxtapone a "desenfadados": el engorde empuja a Daneri a otro lugar en relación a su texto: está dispuesto a permitirse, de hecho, la doble petulancia de emplear un término raro ("facecia") y, además, explicarlo ("¿se entiende? del chiste"). Este giro discursivo de Daneri, por supuesto, puede leerse como otro nivel de irrupción o intervención de Katchadjian en el texto de Borges, para caricaturizar más al personaje y para estirar la trama entre las palabras exhibiendo sus significados. Pero esto se hace "sin pedantismo ni grosería" (¿tanto el procedimiento de Katchadjian -que luego añade al texto de Borges dos referencias a las obras de Carlo Goldoni, a las óperas Mirandolina y La Locandiera- como la escritura de Daneri?), afirmación claramente modulada por su mera presencia. El Daneri de Katchadjian, además, parece trastabillar en la cuenta de sus alusiones: tenemos a Homero, a Hesíodo, a Xavier de Maistre y... ¿quién es el "gran poeta del país amazónico"?. Si el "país amazónico" fuese Colombia, se trataría quizá del poeta modernista León de Greiff, autor de un poema titulado "Facecia", lleno de términos pintorescos (como, por ejemplo, "aerófago sacre nefelibata") y cierta proximidad con Julio Herrera y Reissig (lo cual podría servir de punto de partida a una lectura de La tertulia lunática desde El Aleph y Help a él). Es interesante también -y resuena con el añadido de "baja" más arriba- que Daneri califique de "liberador" al scherzo, "por más que no nos guste".
Queda claro en esta estrofa que el procedimiento de engorde es orgánico:, y que toma a El Aleph más como una matriz de significados que como un conjunto fijo de palabras. Como un gráfico vectorial, digamos, y no como una JPG que pierde resolución si es aumentada.

La siguiente estrofa engordada es:

Aqueste da al poema belicosa armadura
De erudicción; estotro le da pompas y galas.
Ambos baten en vano las ridículas alas...
¡Olvidaron, cuidados, el factor HERMOSURA!
Que Katchadjian convierte en:
Aqueste da al poema belicosa armadura blanda
De erudición; estotro le da pompas y galas, guirlandas.
Ambos baten en vano las ridículas alas y mandan...
¡Olvidaron, cuitados, el factor HERMOSURA EXTRAÑA!
 Llama la atención que opera aquí un doble procedimiento: no sólo se agregan palabras ("blanca", "guirlandas", "y mandan", "extraña") sino que se remplaza "erudicción" por el correcto (o sencillamente no neologístico) "erudición", se traslada "cuidados" a "cuitados" (que parece tener un sentido más inmediato). Y se aporta además el término "guirlandas", en portugués. El efecto general de la estrofa (en cuanto al léxico, digamos) parece balanceado por las "correcciones" y los agregados (la pérdida de "erudicción" queda compensada por el aporte de "cuitados" y "guirlandas"); pero la incorporación de "extraña" modifica el sentido de las observaciones de Daneri (que son las únicas que, en el cuento, el narrador parece de alguna manera compartir o, quizá, resaltar en tanto entra en contradicción con la "extravagancia" del poema): ya no se trata de la "hermosura" simple y llana sino que se apela al matiz aportado por "extraña", más vinculable al modernismo, por ejemplo (y esto podría resonar con la referencia posible a de Greiff). El engorde opera también en el comentario del narrador (que cita a Daneri) a la estrofa:
Sólo el temor de crearse un ejército de enemigos implacables y poderosos lo disuadió (me dijo) de publicar sin miedo el poema.

Sólo la duda sobre la cacofónica rima final y el temor de crearse un ejército de enemigos implacables y poderosos lo disuadieron (me dijo) de publicar sin miedo el poema.
La rima final, por supuesto, es producto del engorde; antes de la operación de Katchadjian la rima era consonante perfecta: armadura/hermosura. También aquí es claramente visible a proliferación a partir de elementos puntuales del engorde.

Por último, la tercera estrofa engordada.
En Borges:
Sepan. A manderecha del poste rutinario
(viniendo, claro está, desde el Nornoroeste)
se aburre una osamenta -¿Color? Blanquiceleste-
que da al corral de ovejas catadura de osario.

En Katchadjian:

Sepan. A manderecha del poste rutinario que me gusta
(Viniendo, claro está, desde el Nornoroeste de cemento)
Se aburre una osamenta —¿Color? Blanquiceleste muy incierto
que da al corral de ovejas catadura de osario y vida injusta.

Es fácil notar que en dos de las estrofas el "engorde" de los versos se produce siempre bajo la forma de agregados posteriores a la resolución borgesiana, no en "el interior" del verso. En la estrofa citada por el narrador, en cambio, algunos términos internos al verso son mutados: no opera aquí un engorde estricto sino un cambio o corrección, que no altera el ritmo. La forma de "engorde" general es la adición de un tetrasílabo, aunque esto no siempre se verifica de modo estricto.
En cuanto al primer verso, el Daneri de Borges dice:
-Dos audacias -gritó con exultación- rescatadas, te oigo mascullar, por el éxito. Lo admito, lo admito. Una, el epíteto rutinario, que certeramente denuncia, en passant, el inevitable tedio inherente a las faenas pastoriles y agrícolas, tedio que ni las geórgicas ni nuestro ya laureado Don Segundo se atrevieron jamás a denunciar así, al rojo vivo.

Y el de Katchadjian:

-¡Dos audacias -gritó con exultación- rescatadas, te oigo mascullar, por el éxito! ¡Más de dos! Lo admito, lo admito, son muchas. Una, el epíteto rutinario, que certeramente denuncia, en passant, el inevitable tedio inherente a las faenas pastoriles y agrícolas, tedio que ni las Geórgicas ni nuestro ya laureado Don Segundo se atrevieron jamás a denunciar así, al rojo vivo. Otra, en el mismo verso, la confesión del poeta de que esa rutina le gusta, de tal forma que el rechazo en una primera instancia de lo bucólico se convierte así en una aceptación plena pero subjetiva y, por lo tanto, definitivamente moderna y hasta masoquista.
 Tanto "¡Más de dos!" como "son muchas" remiten a "que me gusta", el engorde del verso. La extensa oración incorporada a partir de esa adición vira notoriamente el sentido del texto de Daneri y, de hecho, modifica al personaje, consciente ahora (asi sea por el procedimiento de buscarle dudosas virtudes a sus versos) de ciertas coordenadas de la modernidad y el masoquismo.

Sobre el segundo verso no leemos comentario alguno en Borges, pero Katchadjian interviene:
Una tercera [audacia], que me hincha de orgullo, la inclusión sorpresiva, totalmente novedosa la mires por donde la mires, del cemento en un paisaje campestre.
Esta oración prolifera desde el añadido "de cemento" que remata el segundo verso de la estrofa. Curiosamente, la "audacia" de incorporar el cemento a la descripción no puede ser atribuída a Daneri: después de todo, el escribe estrictamente todo lo que ve en el Aleph, como parte de su proyecto de describir la geografía completa de la Tierra. El Daneri de Katchadjian, entonces, es más mentiroso, por decirlo así, que el de Borges: sabe que el cemento aparece porque él lo ha visto y aún así presenta esa aparición como un gesto de genio. Esta es una de las abundantes mutaciones en la personalidad del personaje derivadas del texto incorporado por el engorde, por lo que está claro que la proliferación está no sólo vinculada a engordes puntuales (como vengo argumentando) sino que, además, modifica estrictamente la caracterización y, en suma, la ficción. El Aleph de Katchadjian, entonces, es otro cuento. Y esa diferencia es proliferante.
En cuanto al tercer verso:
Otra, el enérgico prosaísmo se aburre una osamenta, que el melindroso querrá excomulgar con horror pero que apreciará más que su vida el crítico de gusto viril. Todo el verso, por lo demás, es de muy subidos quilates. El segun hemistiquio entabla animadísima charla con el lector; se adelanta a su viva curiosidad, le pone una pregunta en la boca y la satisface... al instante. ¿Y qué me dices de ese hallazgo, blanquiceleste? El pintoresco neologismo sugiere el cielo, que es un factor importantísimo del paisaje australiano. Sin esa evocación resultarían demasiado sombrías las tintas del boceto y el lector se vería compelido a cerrar el volumen, herida en lo más íntimo el alma de incurable y negra melancolía.
Una cuarta: el enérgico prosaísmo se aburre una osamenta, que el melindroso amanerado querrá excomulgar con horror pero que apreciará más que su vida el crítico de gusto viril y argentino. Todo el verso, por lo  demás, es de muy subidos quilates. El segundo hemistiquio, si puedo llamarlo así, entabla animadísima charla con el lector; se adelanta a su viva curiosidad, le pone una pregunta en la boca y la satisface... al instante, para luego al final (incierto) dudar del dato dado: aquí el masoquista se vuelve sádico. ¿Y qué me dices de ese hallazgo, blanquiceleste? El pintoresco neologismo sugiere el cielo, que es un factor importantísimo del paisaje australiano. Sin esa evocación resultarían demasiado sombrías las tintas del boceto y el lector se vería compelido a cerrar el volumen, herida en lo más íntimo el alma de incurable y negra melancolía. Eso no me impide, de todos modos, incurrir en la denuncia existencialista de la opresión por medio del paralelismo entre la falta de libertad en un corral y la insatisfacción de los hombres con sus vidas: injusticia y muerte, eso es el último verso.
"Una cuarta" es uno de los pocos casos donde se remplaza en lugar de agregar, pero, evidentemente, se trata de un ejemplo clarísimo de una opción inevitable dado el engorde de los versos. Los adjetivos "amanerado" y "argentino", presentados como opuestos, contribuyen a la caracterización de Daneri, ahora con perfiles de cliché nacionalista. La inserción de "si puedo llamarlo así" también es clara: deriva del agregado de las cuatro sílabas finales, que alteran la estructura del verso. La última reflexión (otro de los "engordes largos") deriva enteramente del añadido de "vida injusta" y, una vez más, cambia tanto al poema como al poeta. El procedimiento de autolectura de Daneri, de todas formas, es el mismo. Borges lo denuncia de la siguiente manera:
...las virtudes que Daneri les atribuía eran posteriores. Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable; naturalmente, ese ulterior trabajo modificaba la obra para él, pero no para otros.

Mientras que Katchadjian escribe:
Las virtudes que Daneri les atribuía eran posteriores, sin duda, aunque esto permitía elaborar y sospechar toda una teoría de la inspiración. ¿O era que la crítica sólo tenía lugar cuando la literatura se retiraba? Misterio… Comprendí, de todos modos, que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable; naturalmente, ese ulterior trabajo modificaba la obra para él, pero no para los otros. ¿Aunque no ocurría a veces eso también? ¿No era posible pensar en poetas que se tomaban ese trabajo y tenían éxito en modificar la obra para los demás? Porque si no, ¿creía yo en la inspiración, así, sencillamente, y en la objetividad del trabajo del crítico?
El engorde, aquí, complejiza la figura de Daneri. El narrador vuelve sobre sus afirmaciones y las da vuelta, o sugiere la posibilidad de hacerlo. La conclusión ("misterio") no fuerza enteramente al personaje del "Borges" del cuento, pero si lo modifica; el "de todos modos", como nexo entre la reflexión presente en el engorde y las conclusiones de Borges dialoga a su vez con la interrogación con la que abre el engorde más extenso del último tercio de la cita. Hay, de hecho, una suerte de sensación de "más borgesiano que Borges" en el conjunto de interrogaciones: y esto comporta, también, un engorde.

El examen de los versos engordados también genera otro añadido importante. Escribe Borges:

...Me leyó ciertos laboriosos pasjes de la zona australiana de su poema; esos largos e informes alejandrinos carecían de la relativa agitación del prefacio. Copio una estrofa:
Y Katchadjian:
Me leyó ciertos laboriosos pasajes de la zona australiana de su poema; esos largos e informes octodecasílabos con apariencia de alejandrinos estirados carecían de la relativa agitación del alarmante prefacio. Copio una estrofa que recuerdo:
El engorde de los versos debe resonar también en la descripción de estos que aporta el narrador; de las 14 sílabas del alejandrino (que, en el original, son además "largos e informes", lo cual comporta una suerte de denuncia de chapucería) pasamos a 18, que, además, tienen la "apariencia de alejandrinos estirados"; hablar de "estiramiento" del verso, por supuesto, es aludir al engorde que opera a lo largo del cuento. Ahora tenemos octosílabos largos, informes y, además, con apariencia de "alejandrinos estirados", lo cual, en cierto modo, es una manera más clara de decir que son malos versos o versos mal hechos. Además, el prefacio en Katchadjian es "alarmante", como si anunciara futuras calamidades; sin embargo, el narrador recuerda estrofas. En el cuento de Borges eso es sugerido; en el de Katchadjian, nos queda clarísimo que esa memoria del narrador debe ser comentada de alguna manera.

El narrador de Borges dice
Otras muchas estrofas me leyó que también obtuvieron su aprobación y su comentario profuso. Nada memorable había en ellas; ni siquiera las juzgué mucho peores que la anterior.

Mientras que el Borges de Katchadjian:
Mientras en mi cabeza resonaba desagradablemente el nos de su “no nos guste”, Carlos Argentino me leyó y releyó otras muchas estrofas que también obtuvieron su aprobación y su comentario profuso y desbordado. Nada realmente memorable había en ellas; ni siquiera las juzgué mucho peores que la anterior. Que todavía las recuerde no me hace dudar de lo olvidable de los versos; más bien me obliga a reflexionar sobre la capacidad de selección de mi memoria.
La referencia al "no nos guste" proviene del comentario de Daneri a su apelación al "el scherzo liberador", un elemento ya comentado del engorde; lo más interesante de este pasaje es su final, donde el problema de la memoria del narrador es abordado explícitamente. La "capacidad de selección" de su memoria no sólo es relevante porque le permite recordar versos que le parecen mal resueltos, sino porque es de hecho su memoria la que da formato a la descripción del Aleph, el "inefable centro" del relato. Es interesante que Katchadjian no engorde esa fórmula; la secuencia que sigue, de todas formas, esconde una clave más:

¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance...


¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Memoria e infinito, los dos polos de la historia, se refutan el uno al otro. Los místicos, en análogo trance...
 El engorde, aquí, aporta una clave interpretativa, que opera en tanto afirmación metanarrativa. ¿"Los dos polos de la historia" refiere a la historia universal, digamos, o a esta historia en particular, la de Borges, Daneri, Beatriz Viterbo y el aleph? La segunda posibilidad nos permite leer esta frase como una descripción global del cuento: su eje comienza en la memoria y llega hasta el infinito. La memoria del narrador, entonces, es tan relevante como el infinito del Aleph: los procedimientos de engorde de estas páginas comentadas tienden a alcanzar esa afirmación, a construir (a sumar) desde el problema de la memoria. Podemos pensar entonces en una secuencia que parte de agregar ciertas palabras a unos versos y culmina en una descripción de largo alcance del cuento, que es visible en el texto de Katchadjian pero no en el de Borges. El engorde, que describí como "orgánico", como derivado de una matriz de significados, termina por desplazar el cuento a otro nivel, convirtiéndolo, por tanto, en otro cuento.

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