sin título, Led Zeppelin, 1971, Atlantic


"Cuatro símbolos", "Zoso", "Led Zeppelin Cuatro", "Sin título", "Runas" e incluso "El ermitaño". El disco, en rigor, no tiene título y se presenta únicamente con la imagen de tapa. Hasta el nombre de la banda ha sido borrado. ¿Testimonio de la confianza absoluta que tenía Led Zeppelin en cuanto a la magnitud de su logro, del poder de su música, que podía hablar por sí mismo sin necesidad de etiqueta alguna? Bueno, el Cuatro es, sin duda, uno de los álbumes más cercanos a la perfección jamás grabados por banda alguna. Quizá Led Zeppelin recorrió la década de 1970 registrando canciones y discos menos perfectos para, en algún punto de 1982 o 1983, acceder a una máquina del tiempo, retroceder a 1972 y, con las mejores canciones de esa otra vida de la que jamás sabremos, compilar su cuarto disco.
El sonido de apertura ha sido descrito y explicado de varias maneras, pero ante todo sugiere una máquina que entra en funcionamiento, una breve preparación para la propuesta del álbum. Y suena de inmediato la voz de Plant en el primer verso de "Black Dog", el punto más cercano al blues -y por tanto a los orígenes de la banda- que encontraremos en todo el disco; de hecho, puede pensarse al cuarto como una progresión o recorrido por distintos territorios musicales que, en lugar de volver al punto de partida (el blues más urbano, eléctrico) va todavía más atrás y alcanza el country blues de "When the levee breaks", compuesta por Menphis Minnie y Kansas Joe McCoy y grabada en un single de 78rpm en 1929. La versión de Zeppelin de esta canción -que refiere a la gran inundación del Misisipi en 1927- es monumental. Bonham pocas veces había sonado tan demoledor, y en los efectos de faseo y de eco revertido incorporados a batería y guitarras la canción adquiere un sonido que parece llevar el viejo blues al espacio exterior.
Ambos temas limitan un disco en cuyo centro suena "Stairway to heaven", y no es dificil presentarla como la mejor canción de Zeppelin (por más que "Kashmir" sea muy buena candidata al mismo puesto); quizá podamos obviar la imaginería new age de algunas zonas de la letra, pero es cierto también que versos como "hay algo que siento cuando miro al oeste y mi espíritu llora por marcharse" encuentran todo cliché depurado por la impecable interpretación de Robert Plant, en una voz delicada y a la vez ineludible a la que se le puede creer cualquier cosa (y que se prepara para el aullido final y el verso inagotable de "to be a rock and not to roll", que no me animo a traducir). Los paisajes sonoros convocados por los arpegios de guitarra acústica (en la menor y con una línea de bajo cromática y descendiente) y las flautas dulces, evocadores de la música del renacimiento, van dejando paso -a través de una instrumentación más eléctrica que va configurándose y de subida del volumen- al rock y al hard rock. En ese sentido, si pensamos en el álbum completo como en un ciclo desde el blues hasta el blues (y por tanto en un repertorio de estilos disponibles para la banda), "Stairway to heaven" sirve de modelo a escala del mismo disco, sólo que comenzando en el folk, digamos, y omitiendo un regreso claro a ese género y sonido.
Ese folk-rock aparece más clara y consistentemente en "Going to california", la segunda canción del lado B, precedida por "Misty mountain hop", un rock rápido y complejo en cuanto a la interacción entre la batería en 4/4 y otros los instrumentos, que ensayan sin decidirse diversos compases y acentos (de hecho hay un momento en que la banda parece erróneamente fuera de sincronía, dejado, se dijo después, porque el resto de la canción estaba tan bien que no tenía caso intentar repetir la performance sólo para corregir un error intrascendente).
Otra canción especialmente interesante es "Four sticks", que trama un paisaje sonoro más oscuro e inquietante (en particular en los estribillos), línea luego desarrollada en la canción "No quarter", del disco siguiente ("Houses of the holy", 1973), e incorpora también compases ajenos al rock más cuadrado, alternando versos en 5/8 con otros en 6/8.
Mucho se ha escrito sobre las alusiones esotéricas en este álbum, y es sin duda un tema atendible. Sin duda que hay elementos de teosofía y alquimia en la letra de "Stairway to heaven" y en la gran inundación convocada por el último tema no faltará quien piense en piscis y el final del ciclo zodiacal (o en el fin del mundo por agua comentado por Fulcanelli), pero sin adentrarnos en esos territorios es interesante constatar las referencias a la obra de J.R.R.Tolkien en "The battle of evermore", el momento folk-medieval del disco, que sirve de alguna manera de resumen y depuración de buena parte de lo que encontramos en el maravilloso "Led Zeppelin III" (1970). Hay referencias a los jinetes negros ("the ringwraiths ride in black"), pero el relato en sí de la canción ha sido leído incluso como una descripción de la batalla de los campos del Pelennor (en "El retorno del rey") y se ha señalado que "the prince of peace" remite, precisamente, a Aragorn. En cualquier caso, sin entrar a interpretar, también "Misty mountain hop" resuena con la Tierra Media (las montañas nubladas son una localización en esa geografía ficticia) y, si retrocedemos hasta el segundo disco de la banda (1969), encontramos referencias a Gollum y a Mordor en "Ramble on", casi como si "tema tolkieniano" fuera una suerte de sub-subgénero dentro de la producción zeppeliniana (y que, por lo tanto, debía entrar al cuarto disco).
"Rock'n' roll", por último, puede ser leído en esta línea de repertorio progresivo de estilos, ya que dificilmente se pueda salir de la impronta metamusical de su título y de la obviedad de su estructura y sus modulaciones típicas del rock'n'roll más primitivo.
Un panorama evolutivo del rock, un repertorio de los estilos (y los poderes) de una banda en la plenitud de su forma... Led Zeppelin no repetiría jamás el logro estético de su cuarto disco; sus trabajos posteriores, por más atendibles y excelentes que sean (en particular "Houses of the holy" y el ambicioso doble "Physical Graffiti", de 1975), fallan en la marca precisa de la perfección, en la "redondez" notoria del cuarto disco. Por supuesto que los favoritos personales pueden ser otros, pero el aura de "disco perfecto" del cuarto es notoria, más que en el caso de cualquier otro disco de Zeppelin. Es dificil, en todo caso, seguir adelante después de ofrecer algo así; tengo para mí que Zeppelin lo logró en canciones específicas ("The rain song", "No Quarter", "Kashmir", "In my time of dying"), pero no en cuanto a álbumes completos.

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