"Phallus Dei", Amon Düül II, 1969, Liberty/Repertoire/Revisited

En 1967 probablemente cualquiera que supiera sostener una pandereta podía integrarse a los grupos que hacían música en la comuna alemana Amon Düül (de la que luego emergería el Baader-Meinhof Gruppe y la Rote Armee Fraktion o RAF, entre otras cosas); algo así como dos años más tarde, sin embargo, aquellos que tenían un conocimiento musical más importante o incluso virtuosístico formaron Amon Düül II, la banda que grabaría el álbum fundacional del krautrock o kosmische musik, el legendario "Phallus Dei".
En cierto sentido, Amon Düül II operó como si no existiera el pasado (el pasado de este mundo y el de todos los demás) o como si todas las tradiciones musicales a su alcance hubiesen caído en una picadora/licuadora; tomaron del rock, tomaron de la música de vanguardia, de la psicodelia y tomaron de música que, por decirlo simplemente, no había existido jamás en nuestro universo. Y el resultado ya aparece, con increíble claridad, en el primero de sus álbumes. De hecho, basta con dejar sonar la primera de las composiciones, "Kanaan" para acceder a un lugar musical que no se parece a ningún otro; es decir que, probablemente, el sonido del comienzo de esa pieza no tenga parangón en cuanto a ominosidad e impacto. Es imposible no sentirse tocado físicamente por su su percusión y sus acordes, por el bajo reiterativo y monstruoso, extrañamente disperso en la mezcla, y sólo cuando la guitarra simil-sitar comienza a desplegar sus melodías parece que avistamos tierra firme. Pero es una ilusión: estamos en un vórtice en el medio del infierno. Aparece pronto una voz que discurre, más que cantar, a la vez que en el fondo vocalizan un hombre y una mujer como en plena adoración de un monstruo convocado por el sonido. Porque si Cthulhu durmiera en R'lyeh, los primeros dos minutos de "Kanaan" ya lo hubiesen despertado hace rato.
Ese sonido ominoso regresa, aunque algo atemperado, en la tercera composición del lado A, "Luzifers Ghilom", que incorpora también -extrañamente, porque todo es aparentemente incomprensible en "Phallus Dei"- un quiebre (1:57-2:20) capaz de convocar una verdadera disonancia cognitiva: parecen composiciones tomadas de dos universos musicales completamente diferentes, que, por alguna extraña razón, participan del mismo sonido y los mismos instrumentos. Pronto se vuelve a la cosa siniestra del comienzo, pero en el medio el paso parece atravesar con una facilidad pasmosa distancias en las que caben docenas de bandas de rock.
El álbum está de alguna manera equilibrado por sus dos composiciones más humorísticas o caricaturescas: la grotesca (como una fiesta en un rincón de un cuadro de Hyeronimus Bosch) "Guten, Schönen, Wahren" y, cerrando el lado A, "Herniette Krötenschwanz", anclada en un ritmo militar y tan sublime como ridícula. O, dicho de otro modo: más disonancia cognitiva. ¿Hay que pensar en Amon Düül II, entonces, como la banda más slipstream de la historia de la música, acaso? Su música no es "sobre" asuntos fantásticos, digamos: es fantástica en sí misma.
Lo que el lado A hace en cuatro composiciones, el B lo hace -y va aún más allá, aunque acá ya se ha perdido la regla y toda noción del espacio sobre el que medir las distancias- en una, que da nombre al disco. Así, "Phallus Dei" parece desafiar todo lenguaje que se proponga ofrecer un comentario o un remedo verbal de sus sonidos; hay algo así como "unidades" -más que una estructura reconocible en términos de variacion o retorno- o núcleos de proliferación sonora, que casi siempre parten de segmentos en los que el sonido se reduce al mínimo de la percusión y algunos efectos ambientales, para pronto estallar en guitarras, órgano, más percusión y bajo. Es, a su vez, una composición estrictamente no lineal (es decir que no hay un significado específico en el orden en que esas unidades están dispuestas; o si lo hay no es verbalizable) y no narrativa, como si no fuera sino un vastísimo y variado ambiente: un continente, digamos. De hecho, la pieza carece de final: de pronto estamos ante un fade-out brevísimo y se hace el silencio, arbitrariamente, como una novela que termina en el medio de una oración cuando empieza a presentirse el climax.

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