"Red", King Crimson, 1974, Island/Atlantic

De alguna manera los tres últimos álbumes de estudio grabados por King Crimson en la década de 1970 van señalando una suerte de evaporación de miembros de la banda. El primero de esta trilogía, "Lark's tongues in aspic" (1973) incluía una textura rítmica especialmente compleja aportada por la doble percusión de Bill Bruford y Jamie Muir, además de tres instrumentos solistas (guitarra a cargo de Fripp, violín a cargo de David Cross y melotrón a cargo de ambos); ya para la grabación de "Starless and bible black" (1974), meses después de la salida de Muir, la percusión quedó reducida a Bruford, y ese mismo año, antes de las sesiones de "Red", Cross abandonó la banda (o fue expulsado, no queda del todo claro). El resultado hace más marcada la diferencia entre "Red" y "Lark's tongues in aspic": una batería y en principio dos solistas (guitarra y melotrón) contra las dos baterías y los tres solistas del álbum de 1973.
La realidad es algo más compleja, ya que tras la partida de Cross Fripp convocó a dos antiguos miembros de la banda (en su formación posterior a la del álbum debut), Ian McDonald (en saxofón alto) y Mel Collins (en saxofón soprano), además de músicos invitados que se encargaron de la corneta (Mark Charig) y el oboe (Robin Miller), además de -irónicamente- el propio David Cross, cuyo violín suena en "Providence", la primera pieza del lado B, tomada de una grabación en vivo del 30 de junio de 1974 en la ciudad que fue Lovecraft.
En cualquier caso, esos oboe, corneta y saxofones cumplen un papel más bien decorativo, ya que buena parte del sonido del álbum se centra en la guitarra, e incluso una guitarra más cargada de distorsión que lo que sonaba en álbumes anteriores; a la vez, es el disco de Crimson que cuenta con más sobregrabaciones (overdubs) en el período (habría todavía menos en los ochentas, en parte porque la banda contaba con dos guitarristas) y, acaso como efecto de esa "evaporación" de la que hablaba más arriba, es también el más agresivo, áspero y metalero de los grabados por King Crimson en esa década y la siguiente.
Esto último queda claro ya desde la apertura del lado A, el instrumental que da nombre al disco, que comienza con dos escalas octatónicas de la variante que intercala tonos con semitonos, por lo que el resultado sería re#-fa-fa#-sol#-la-si-do en los primeros dos compases y si-do#-re-mi-fa-sol-lab-sib en adelante. Estas escalas reaparecen en toda la composición, que de todas formas ronda la tonalidad de mi mayor, con muchas ocurrencias del tritono en la#. Los compases intercalan 4/4 con 5/8, 6/8 y 7/8 y hay una sección central que prescinde de la percusión y logra un sonido amenazante. Toda la pieza, en rigor, en virtud de su "extrañeza" (para los oídos acostumbrados al rock y al hard rock, es decir) suena tan tensa como inquietante o incluso incómoda; opera acaso una forma de disonancia cognitiva entre la obvia energía y pujanza de lo que oimos y la tensión o incomodidad que produce. Con escuchas reiteradas, por supusto, todo esto se traduce en belleza musical.
Siguen en el lado A dos piezas construidas en torno al formato canción; sin llegar a concentrar todos esos elementos inquietantes a la manera del primer instrumental, tanto "Fallen angel" como "One more red nightmare" son extremadamente representativas de ese sonido agresivo y protometalero que había alcanzado Crimson en este álbum; de la primera hay que destacar la asombrosa entrada de la corneta (2:00) y el efecto de pasaje de las estrofas en 4/4 a los estribillos en 3/4, mientras que de la segunda -todavía más "metalera"- destacan el saxofón de Ian McDonald y el uso de compases aun más inusuales en el contexto del rock, como ser 15/8 y 12/8 en las secciones instrumentales.
El lado B está compuesto por dos piezas, ambas lo mejor y más arduo del álbum, como sucedía, de hecho, con el disco inmediatamente anterior. Así, "Providence" opera en la misma zona que "Starless and bible black", aunque con los matices oscuros o amenazantes relegados a ciertas zonas específicas, logrando algo así como un panorama de todo lo que Crimson había incorporado a sus instrumentales a lo largo de la gira de 1973.
"Starless", por último, es probablemente el cenit de esta etapa de la banda; desde su introducción -a base de melotrón y con Fripp reproduciendo en su guitarra la desoladora melodía que en las primeras versiones en vivo de la canción, todavía un work in progress, tocaba Cross en el violín- ya está claro que la música carga con el peso del mundo.
Si "Starless" fuera únicamente esta introducción y las estrofas que siguen, bellamente cantada por Wetton -un cantante especialmente emotivo pese a sus limitaciones técnicas-, el logro sería importante; pero es el larguísimo final instrumental lo que nos permite pasar de la belleza emocional a zonas más complejas, intrincadas y fascinantes. Sobre un riff de bajo en 13/4 al que se suman una batería asombrosamente rica y voluptuosa y una insistente serie de notas en la guitarra de Fripp, que van tensando la armonía implícita de la canción hasta el estallido de 9:10, cuando pasamos al riff de bajo en tiempo doble (13/8) y un deslumbrante solo de saxofón que termina con la recapitulación de la melodía de la introducción antes de un pasaje final de paroxismo instrumental. La sensación es la de haber sido llevado del brazo, sin miramientos y a toda velocidad, a lo largo del universo: tal es la sensación de distancias atravesadas y de riqueza panorámica.
Un mes antes de la salida del álbum Fripp disolvió la banda. Quizá entendió que después de "Starless" no había nada qué hacer. Salvo ponerse a investigar dónde podría levantarse un continente completamente diferente, y llegado el momento teletransportarse allí.

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