"Siamese dream", The Smashing Pumpkins, 1993, Virgin

Si bien su contexto más inmediato fue el del grunge -o acaso el del rock alternativo noventoso-, el segundo álbum de The Smashing Pumpkins alcanza una suerte de esplendor musical cercano ante todo a la voluptuosidad de cierto rock progresivo; más allá de sus grandes canciones en el terreno digamos rockero, "Gish", entonces, brilla todavía más en las piezas en las que la textura de guitarras distorsionadas apiladas capa tras capa (con ese sonido compacto y metálico, tenso y enceguecedor) alterna con segmentos de eléctricas limpias que reiteran arpegios simples y melódicos, o incluso pequeños riffs a modo de arreglo. Sin duda lo mejor de esa faceta del álbum está en "Soma" (de la que Corgan diría que incluyó 40 partes de guitarra sobregrabadas) y "Mayonaise" -esta última acaso la obra maestra de esta etapa de la banda, previa al disco doble de 1995 y su ambición desmedida-, llena de lirismo, melodías de cajita de música y armónicos que centellean sobre el ambiente tramado por las guitarras. Y, por supuesto, todo estalla con la distorsión, sobre la que planea la voz de Corgan en sus momentos más dulces.
Por otro lado es dificil negarle a "Disarm" -junto a "Jeremy" de Pearl Jam uno de los verdaderos himnos de mi generación- el lugar de centro emocional del disco (seguido o reflejado por "Spaceboy"): es una excepción también a la textura predominante de eléctricas limpias en las que irrumpen las capas de distorsión, sobre todo por su uso de cuerdas, guitarras acústicas y -especialmente por su reverberación que se suma al ambiente básico de la canción- el sonido de las campanadas, algo así como una "Eleanor Rigby" de los noventas, amarga e infantil, inquietante y sobrecogedora.
Quizá deba decir que sé de pocos álbumes tan bellos. Es dificil no apelar al registro autobiográfico, en tanto es uno de los discos fundamentales de mi adolescencia y, en retrospectiva, de mi construcción personal de la década de 1990, y parte de ello también se apoya en las canciones más inmediatamente rockeras: la potencia eléctrica, distorsionada y riffera de "Cherub rock", "Quiet", "Geek USA" y -especialmente- "Silverfuck", todas ellas repasadas icontables veces en una guitarra que en mis manos no sonaba como debía.

Quizá es "Today" la más composición más representativa del estilo tierno y a la vez amenazante, dulce y ominoso que encuentra en este disco su momento más perfecto, el álbum inmaculado al que seguirá un trabajo excesivo y genial. De alguna manera, entonces, "Siamese dream" explora al máximo las posibilidades de esa textura de distorsión desencadenada y estrofas limpias y dulces, para que después "Mellon Collie and The Infinite Sadness" explore otros tantos territorios.

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